ISLAM Y OCCIDENTE[1]
Conversación con John L. Esposito[2]
Incomprensión mutua
Sus obras transmiten de manera muy directa hasta qué punto nuestra percepción del mundo islámico es errónea. Pero, ¿y en el caso de los musulmanes? ¿Qué le viene a la cabeza a un “musulmán medio” (valga la expresión) cuando piensa en Occidente? Creo que no sabemos muy bien cómo nos ven los musulmanes...
El mundo islámico puede ser tan diverso como el occidental. Puede haber tantas diferencias entre dos países musulmanes como las que existen hoy en día entre Francia y EE.UU., por ejemplo. Sin embargo, en general, ya sean más o menos ricos o educados, podríamos decir que muchos musulmanes admiran a EE.UU. Eso es porque muchos han estado aquí o desean venir. Acuden a este país a estudiar, trabajar, adquirir propiedades, etc. No obstante, también se da el caso de muchos musulmanes (incluso entre los que se sienten más cercanos a EE.UU.) que perciben una larga historia de rivalidad entre el mundo islámico y Occidente. Hay una gran sensibilidad en torno a temas como el Cristianismo militante, las Cruzadas o el colonialismo europeo, y más recientemente, muchos musulmanes tienen la sensación de que EE.UU. practica una doble moral en su política exterior con respecto al mundo islámico.
A pesar de una presencia islámica cada vez mayor en Europa y América, muchos musulmanes también sienten que el Islam sigue siendo una religión mal entendida en Occidente, retratada de manera caricaturesca o mediante titulares que se centran en las acciones de los extremistas, olvidando a la gran mayoría de los creyentes.
Por otro lado, ¿qué podríamos destacar de nuestra manera de malinterpretar el mundo islámico?
A menudo somos incapaces de percibir la diversidad del las sociedades musulmanas en la misma medida que la percibimos en el caso de las occidentales. Cuando un musulmán habla de “Occidente”, le pediremos que no generalice, pues hay una gran diferencia entre Europa y América. Y cuando nos hable de “Occidente y el Cristianismo”, le responderemos que Occidente y el Cristianismo no son lo mismo.
Tenemos la tendencia a ignorar la diversidad del mundo islámico. Durante años, y hasta hace poco tiempo, solíamos pensar que es lo mismo ser musulmán y ser árabe, cuando lo cierto es que los árabes solo representan el 23% de los musulmanes. Si hablamos de las mujeres musulmanas, por ejemplo, siempre tenemos en mente a las mujeres de Arabia Saudita; hablamos de su restricción de movimientos, de la segregación sexual o de que, si salen a la calle, deben hacerlo completamente cubiertas. Y sin embargo, la situación de la mujer musulmana es muy diversa. A menudo equiparamos la realidad de, digamos, los musulmanes de Egipto y la de los musulmanes de Indonesia o Malasia.
Pero también tendemos a identificar a la minoría extremista con la mayoría de los musulmanes. Cuando un extremista judío asesinó al primer ministro de Israel o un extremista cristiano comete cualquier otra acción, somos capaces de distinguirlos de la corriente mayoritaria del Judaísmo o del Cristianismo. El ciudadano medio no dice: “ya han vuelto a las andadas los cristianos y los judíos”. En este caso empleamos el término “extremista” para distinguir a quien se desvía de la norma, pero cuando se trata de extremistas musulmanes no aplicamos dicha distinción. Por supuesto, este enfoque se ve reforzado por algunos representantes de la derecha cristiana, quienes no afirman que el extremismo sea malo, sino que el Islam es malo. En mi opinión, esta postura se ha exacerbado en gran medida tras los atentados del 11-S.
¿Es la ignorancia la causa principal de esta actitud? ¿Acaso se toma la parte por el todo?
Es ignorancia de la diversidad de ese todo, pero también es producto del impacto de la realidad más accesible. El hecho es que si no conocemos demasiado a un pueblo, nos inclinamos a generalizar sobre él a partir de la realidad que vemos o que se nos muestra. La mayoría de los estadounidenses asocian el Islam con la revolución iraní, la crisis de los rehenes y los acontecimientos violentos posteriores (el atentado contra el World Trade Center de 1993 y, sin duda, el impacto del 11-S), y eso complica aún más la situación.
Cuando creamos el Center for Muslim-Christian Understanding (Centro para el Entendimiento entre Musulmanes y Cristianos) en 1993, lo hicimos para abordar estas cuestiones. En cierta ocasión, uno de los miembros de mi equipo de trabajo dijo: “Es fantástico lo que se ha logrado durante todo este tiempo, pero por desgracia, el 11-S nos ha hecho retroceder veinte años.”
¿Qué debería saber sobre el Islam el occidental medio? ¿Cuáles son los principios fundamentales de esta religión que no somos capaces de ver en medio de la marea de interpretaciones erróneas?
Deberíamos tener en cuenta que, de hecho, no solo existe una tradición judeocristiana, sino también una tradición “judeo-cristiano-islámica”. Eso es lo que me hizo interesarme por el Islam. Yo había estudiado el Cristianismo, el Judaísmo, el Hinduismo y el Budismo, y cuando empecé a estudiar el Islam pensé que se trataba de otra religión “exótica”, pues en aquellos días, en el colegio e incluso en la universidad, el Cristianismo y el Judaísmo se estudiaban aparte, y el Islam se situaba junto al Hinduismo y el Budismo. De repente descubrí una religión que, de hecho, reconoce la revelación de la Torá y del Nuevo Testamento, reconoce la autoridad de Moisés y Jesús, y se remonta hasta el patriarca Abraham. Comparte con el Judaísmo y el Cristianismo el concepto de responsabilidad moral, la noción de “un solo Dios verdadero” y la idea de los ángeles, el demonio, el Juicio Final, etc. Era mucho más de lo que podía esperar.
¿Cómo sociólogo, por qué cree usted que se han separado los estudios islámicos de los estudios sobre el Cristianismo y el Judaísmo?
Hay varias razones que han contribuido a ello, y la historia tiene mucho peso en este asunto. Aunque cristianos y musulmanes han cooperado en numerosas ocasiones a lo largo de los siglos, también ha habido muchos puntos de conflicto y un largo proceso de demonización, lo cual se refleja en obras como La divina comedia de Dante (irónicamente, Dante se basó en textos islámicos para escribir su libro, para luego situar a Muhammad en el nivel más profundo del Infierno). Todo ello ha contribuido a que se produzca una falta de interés y de conocimiento sobre el Islam desde un punto de vista académico.
No solo hemos investigado y aprendido más sobre el Judaísmo y el Cristianismo, sino también sobre el Hinduismo y el Budismo. El estudio de las religiones orientales en las universidades occidentales se inició en la década de los sesenta y los setenta, pero a menudo, la última religión en ser estudiada ha sido el Islam y los últimos profesores en ser contratados han sido los de estudios islámicos. Debido a nuestra tendencia a identificarnos con una tradición judeocristiana separada del resto de tradiciones religiosas, hemos pensado que el Islam comparte más elementos con otras “tradiciones orientales” como el Hinduismo y el Budismo que con el Judaísmo y el Cristianismo.
Choque de civilizaciones
Esto nos lleva al polémico asunto del “choque de civilizaciones”, un argumento desarrollado por Samuel Huntington al final de la Guerra Fría. ¿En qué se equivoca dicho argumento y cómo podemos superarlo?
Sam [Huntington] estaba en lo cierto al identificar los puntos de conflicto, pero, como en el caso de la mayoría de sociólogos de su época, los interpretó de manera un tanto sesgada. Además, Sam provenía de un periodo, la Guerra Fría, en el que el mundo se valoraba en términos de “nosotros y ellos”, y por eso buscaba constantemente una nueva amenaza.
Pero su error consiste en que hablaba de las
civilizaciones como si fueran bloques monolíticos. Veamos, sin ir más lejos, el
caso de la “civilización cristiana”. ¿Qué significa esta expresión? ¿Podemos
decir que Gran Bretaña y Francia, que hoy en día son países bastante laicos,
tienen muchos elementos religiosos en común con, digamos, EE.UU.? Desde luego,
comparten algunas cosas, pero otras muchas son muy diferentes. ¿Y qué decir del
mundo chino? ¿Qué tienen en común los chinos de Mongolia con los de Singapur? Y
lo mismo vale para el mundo islámico: aunque muchos musulmanes practicantes se
ven a sí mismos unidos en una sola comunidad (ummah), este no parece ser
el caso de los países de mayoría musulmana, como Irán e Irak, en
conflicto casi permanente, o las tensiones entre Egipto, Libia y Sudán. Así que
puede darse un cierto grado de unidad, pero siempre acompañado de una enorme
diversidad. Creo que ahí es donde Sam estaba equivocado.
Sin embargo, estaba en lo cierto al afirmar que en el mundo posterior a la Guerra Fría perderían fuerza los estados, y que la religión y la etnicidad se volverían cada vez más importantes. Hoy en día, su teoría podría ser correcta en muchos aspectos, y eso es lo que más me preocupa. Si el gobierno estadounidense no tiene cuidado en su “guerra contra el terror”, conseguirá, junto a los extremistas del otro bando, promover lo que será visto por ambas partes como un choque de civilizaciones. De hecho, ya hay muchas personas de ambas partes que lo ven de ese modo.
Islam y modernidad
Uno de los puntos conflictivos se refiere a la relación del Islam con la modernidad. En Occidente se ha producido la separación entre Iglesia y Estado, lo cual consideramos un elemento clave de la modernidad. Muchos occidentales dicen que eso no ha ocurrido en el mundo islámico, lo cual representa un problema. Ayúdenos a entender cuál es el error de este tipo de razonamiento.
En primer lugar, podemos apreciar que, en efecto, muchos musulmanes ven una dimensión política en el Islam, pero este es un rasgo común de casi todas las grandes religiones, sobre todo en la época premoderna, y ni siquiera en la época moderna ha existido una separación absoluta entre Iglesia y Estado, aunque en Occidente sí hemos presenciado una transición.
En el mundo islámico, sin embargo, no ha habido posibilidad de ningún periodo de transición. Se ha pasado directamente del autoritarismo colonial al autoritarismo de los estados recién creados tras la independencia. En esas circunstancias no se ha producido un debate abierto y constructivo sobre la relación entre religión y política. Además, con el fracaso de los estados modernos en el mundo islámico a partir de finales de los sesenta y principios de los setenta, hemos presenciado el resurgimiento de la identidad religiosa, acompañada de un descrédito cada vez mayor del modelo laico moderno al estilo occidental.
Frente a esa concepción errónea del Islam que todo lo reduce a un puñado de terroristas apropiándose de la religión, se echa de menos un análisis más detallado de los procesos de cambio dentro del mundo islámico, a medida que los musulmanes se han tenido que enfrentar tanto a los desafíos planteados por Occidente como a la situación política de sus respectivos países. Por favor, háblenos un poco de esto.
A finales del siglo XIX y principios del XX, los musulmanes no solo tuvieron que vérselas con el colonialismo, sino que también miraban hacia el futuro, planteándose cuál debería ser el modelo social y político tras la independencia. En estas circunstancias surgieron varias escuelas de pensamiento. Estaban los laicos que propugnaban la separación total entre la religión y el Estado; había también un sector más tradicional encabezado por algunos dirigentes religiosos que cerraron filas frente al colonialismo y que afirmaban que no era necesario tomar nada prestado de los occidentales y que el Islam es autosuficiente. Surgió además un grupo de musulmanes modernistas, pensadores que defendían la compatibilidad entre el Islam y la modernidad. Y por último tenemos a una serie de grupos musulmanes que, si bien buscaban un renacimiento del Islam, no compartían por completo la postura de los modernistas, pues en su opinión, estos emplean en sus análisis categorías tomadas de Occidente, lo cual conduce a un Islam occidentalizado o, si se quiere, a un “Islam protestante”. Por cierto, que este es un temor compartido con algunos católicos de mitad del siglo XX, cuando oían hablar de la reforma liberal (aggiornamento) dentro del Catolicismo.
Por diversas razones (depresión económica, tiranía política, etc.), desde finales de los sesenta comenzó a surgir en muchas partes del mundo islámico una sensación de que la modernidad había fracasado y de que la nación-estado moderna y los modelos occidentales no funcionaban. Y entonces se alzó la voz de una minoría muy activa que defendía la necesidad de volver a la religión islámica para recuperar la identidad y el orgullo perdidos. Como consecuencia, aparecieron tanto en el gobierno como en la oposición movimientos políticos de reforma que apelaban a la religión o que usaban la religión para reforzar su ideología nacionalista. Todo ello propició el nacimiento de un activismo islámico de masas, pero también de un poderoso movimiento islamista extremista y virulento.
Un asunto que resulta muy interesante con respecto al Islam es la relación entre lo global y lo local. Como usted ha señalado antes, no hemos sido capaces de apreciar la diversidad del Islam surgida a partir de los factores locales que dan lugar a las diversas variantes religiosas. ¿Sería correcto decir que existe una identidad islámica global coloreada por todo un mosaico de situaciones locales a las que el Islam se adapta y sobre las que el Islam influye al mismo tiempo?
Es correcto. Hay una enorme diferencia en las prácticas islámicas de, pongamos por caso, Arabia Saudita y las de muchas partes de África, y desde luego las de Malasia o Indonesia. Yo cursé estudios islámicos, pero la mayoría de mis profesores eran árabes, por lo que mi atención se centró en Oriente Medio. Recuerdo que cuando un colega musulmán me invitó a visitar el sudeste asiático, pensé: “¿Por qué ir allí? Yo sé todo lo que necesito saber sobre el Islam”. Y cuando llegué a Malasia y paseé por las calles de Kuala Lumpur, lo primero que me sorprendió fue la gran cantidad de carteles en chino. Yo no estaba preparado para ver eso en un país musulmán. También me llamó la atención que siendo Ramadán pudiera entrar a un restaurante y disfrutar de una comida en las horas del ayuno; y es que los chinos no cierran sus restaurantes durante el mes del ayuno.
Si nos centramos en el Islam árabe, sobre todo en la zona del Golfo, puede apreciarse un uso bastante restringido de la música en el ámbito religioso. En contraste, en el África subsahariana, incluso la declaración de fe (shahada) se canta con ritmos africanos. Recuerdo a un colega de profesión que solo conocía el Islam árabe y que, durante una celebración religiosa en un país africano, exclamó sorprendido: “¡Dios mío, esto nunca estaría permitido en el mundo árabe!”.
Esta influencia de elementos locales en el Islam simplemente no existe para el occidental medio, aunque, debemos decirlo, tampoco existe para el musulmán árabe medio. Así pues, no es posible generalizar. Es como en mi juventud, cuando después de criarme en un vecindario de Brooklyn lleno de italianos, tuve la oportunidad de relacionarme por primera vez con una persona irlandesa. Se trataba de una chica bastante atractiva pero no muy brillante en los estudios. ¿Debería haber deducido que los irlandeses son guapos pero estúpidos? Pues bien, eso es exactamente lo que podemos apreciar durante los últimos años en la mayoría de películas, programas de televisión y medios de comunicación: la excepción se convierte en norma y los musulmanes son retratados como terroristas a los que les gusta golpear sistemáticamente a sus mujeres. Tras el 11-S parece que se ha abierto la veda para poder decir cualquier cosa sobre los musulmanes, y a pesar de todo salir indemne.
A pesar del dilema entre la ley islámica y la voluntad popular al que se enfrentan algunos musulmanes, existen claros intentos de compatibilizar el Islam con la democracia en el contexto islámico. Háblenos un poco sobre este tema.
Muchos occidentales se preguntan si el Islam y la democracia son compatibles. Para empezar, deberíamos distinguir entre la época premoderna y la moderna. El Judaísmo, el Cristianismo y todas las grandes religiones del mundo que se remontan a la antigüedad han legitimado las “formas divinas” de gobierno. Con el tiempo, estas formas han ido cambiando también en los países musulmanes, hasta el punto de que desde hace algún tiempo estamos viendo naciones del mundo islámico que están desarrollando experiencias democráticas muy interesantes (Turquía, Malasia, Senegal, etc.) y otros países en donde, aunque las reformas no se hayan consolidado todavía, existe un gran número de personas que pretenden impulsar el cambio. A veces olvidamos que tras la Revolución Americana se produjo una guerra civil incluso más sangrienta; olvidamos que la Revolución Francesa fue seguida por la Época del Terror, o que, más recientemente, han sido necesarias dos guerras mundiales para consolidar la democracia en Europa. Así que no debería sorprendernos ver que los fracasos y los éxitos se mezclan en la lucha por las libertades, tanto en Occidente como en el mundo islámico.
La razón por la cual muchos países de mayoría musulmana no son democráticos debemos buscarla de nuevo en la historia, y no en la religión. Los poderes coloniales no estaban demasiado interesados en impulsar sociedades civiles fuertes e instituciones democráticas. Luego llegó la independencia y la creación de las modernas naciones-estado con fronteras artificiales (y por lo tanto frágiles), gobernadas por reyes, militares o ex-militares que heredaron las prácticas totalitarias de las instituciones coloniales y que fomentaron la cultura del autoritarismo, y no de la democracia. Y esto ha sido así en la mayor parte de las antiguas colonias, ya fuesen o no de mayoría musulmana. También es importante conocer el papel que han jugado los gobiernos de Europa y EE.UU. a la hora de reforzar los regímenes autoritarios, o bien de promover una participación política más amplia. Lo cierto es que el antiamericanismo actual en el mundo islámico tiene mucho que ver con nuestra política exterior y con el papel que hemos jugado al apoyar a ciertos gobiernos que no son precisamente democráticos.
Conclusión
Tras la conversación mantenida con usted, tengo la impresión de que su intención y la de su organización (Center for Muslim-Christian Understanding / Centro para el Entendimiento entre Musulmanes y Cristianos) es la de transmitir a su audiencia la misma emoción que usted sintió cuando inició sus estudios sobre el Islam.
Así es. Nuestra idea es explicar a la gente que su información sobre el Islam y los musulmanes a menudo está filtrada a través de lo que yo llamo los “acontecimientos explosivos de primera plana”. Dado que los medios de comunicación intentan acaparar nuestra atención y vender periódicos, lo que hacen los musulmanes de a pie, que son la mayoría, no representa una noticia, y así es difícil diferenciar entre los violentos y los que no lo son. Nosotros tratamos de establecer claramente ese tipo de distinciones.
BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA
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Farre, Cuando
el Islam llama a la puerta, Claret, Barcelona, 1999.
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Edward W. Said, Cubriendo el Islam,
Debate, Barcelona, 2005.
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Fred Halliday, El Islam y el
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Laura Navarro, Contra
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Nazanin Amirian / Martha Zein, El Islam sin velo,
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Juan Cole, Un nuevo
compromiso con el mundo islámico, Bellaterra, Barcelona, 2010.
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Bruno Étienne, ¿Qué inquieta del
Islam?, Bellaterra, Barcelona, 2010.
[1] Traducción, extracto y
adaptación de la entrevista concedida por el profesor John L. Esposito
al programa Conversations with History, de la Universidad de California,
Berkeley, el 13 de marzo de 2003. La entrevista está dirigida por el director y
presentador del programa, Harry Kreisler. Publicado en la revista Alif Nûn nº 103, abril de 2012. Versión
en castellano elaborada por el equipo de traductores de Alif Nûn.
[2] John Louis Esposito (Brooklyn, Nueva York, 19 de mayo de 1940) es profesor de Relaciones Internacionales y de Estudios Islámicos en la Universidad de Georgetown, y director del Center for Muslim-Christian Understanding (Centro para el Entendimiento entre Musulmanes y Cristianos) en esa misma universidad.